Modelos de transformación económica: ¿qué puede aprender Europa del enfoque de Estados Unidos?

Washington prioriza incentivos fiscales y apoyo directo a sectores estratégicos y el Viejo Continente, en cambio, se basa en la cooperación y financiación compartida a través de los 'Next Generation'

Actualizado a

Donald Trump, presidente de EE.UU.

Donald Trump, presidente de EE.UU.

La economía global está en un proceso de transformación acelerada, impulsada por la digitalización, la transición ecológica y las nuevas dinámicas geopolíticas. En este contexto, Estados Unidos y Europa han adoptado estrategias diferentes para fortalecer sus economías y garantizar su competitividad. Mientras que EE.UU. ha optado por un enfoque más agresivo basado en incentivos fiscales y apoyo directo a sectores estratégicos, Europa ha apostado por la cooperación entre estados y la financiación compartida. ¿Qué puede aprender Europa del modelo estadounidense?

Un modelo basado en incentivos fiscales y autonomía estratégica

Según el último informe de Caixabank Research, titulado “La capacidad transformadora del NGEU y de otros planes de estímulo fiscal, en los últimos años, Estados Unidos ha desplegado una estrategia económica centrada en la autosuficiencia y la innovación industrial. Políticas como la CHIPS Act y la Inflation Reduction Act (IRA) han sido clave en este proceso.

  • La CHIPS Act busca reducir la dependencia de semiconductores extranjeros mediante incentivos fiscales y ayudas directas a la industria tecnológica. Con una inversión de 52.700 millones de dólares, EE.UU. está reforzando su capacidad de producción y disminuyendo la influencia de China en este sector.
  • La Inflation Reduction Act (IRA), con un presupuesto de 370.000 millones de dólares, promueve la transición energética a través de incentivos fiscales a las energías renovables y la electrificación del transporte.

El impacto de estas políticas equivale al 4,5% del PIB estadounidense, una cifra comparable al plan de recuperación europeo Next Generation EU (NGEU). La gran diferencia radica en que el modelo de EE.UU. apuesta por una mayor intervención estatal en la industria y el uso de incentivos para atraer inversión privada.

Europa y su modelo de financiación compartida

Por su parte, Europa ha estructurado su transformación económica en torno al Next Generation EU (NGEU), un fondo de 807.000 millones de euros destinado a la transición verde y digital.

  • El NGEU está basado en la cooperación entre estados y la financiación conjunta, lo que permite distribuir los recursos de manera equitativa entre los países miembros.
  • Las ayudas se centran en inversiones públicas en infraestructura, digitalización y sostenibilidad, con menor presencia de incentivos fiscales directos.
  • A diferencia de Estados Unidos, el modelo europeo busca evitar la competencia desleal entre países y garantizar la cohesión económica del bloque.

Sin embargo, el enfoque europeo enfrenta varios retos. La distribución de fondos ha sido más lenta y burocrática, lo que limita su impacto inmediato. Además, la falta de una política industrial común reduce la capacidad de la UE para competir con los grandes paquetes de incentivos estadounidenses.

El catedrático de Economía de la Universidad CEU-San Pablo, Rafael Pampillón, explica que "Estados Unidos. ha apostado decididamente por un modelo basado en la iniciativa privada, la innovación y la competitividad. En cambio, Europa prioriza la cohesión social, la sostenibilidad y la regulación de mercados". Mientras el país norteamericano incentiva sectores clave mediante desgravaciones fiscales y apoyo directo, la UE opta por un modelo más regulado y descentralizado en materia fiscal.

Este modelo estadounidense presenta ventajas y desventajas. Pampillón destaca que "los incentivos fiscales favorecen la innovación en sectores estratégicos como la tecnología y la energía renovable, además de acelerar la inversión privada". Sin embargo, advierte que esta estrategia también puede acentuar la desigualdad y la dependencia del sector privado en áreas donde la intervención pública es crucial.

Por otro lado, la estructura política y fiscal de la Unión influye significativamente en su capacidad de respuesta económica. "La descentralización fiscal de la Unión hace que las decisiones económicas sean más lentas y menos eficientes en momentos de crisis", señala Pampillón. Aunque el modelo europeo ofrece un sistema de bienestar robusto, también implica una carga fiscal elevada que puede afectar la competitividad global.

Por su parte, Rafael Rabat, socio de Norz Patrimonia, reflexiona también sobre el desafío histórico de la Unión Europea. "Encontrar la manera de fomentar la innovación a partir del equilibrio entre un Estado activo y un mercado libre, es uno de los grandes desafíos a los que se ha enfrentado la UE desde sus orígenes", comenta.

En su opinión, la trayectoria europea desde la Segunda Guerra Mundial se ha inclinado hacia un modelo que busca armonizar las necesidades privadas con los requerimientos públicos, describiéndolo como una "corriente político-filosófica que intenta incidir por igual en lo económico y en lo social... que se la conoce por ‘socio-liberalismo’".

Rabat señala que el modelo europeo de "economía social de mercado" ha perseguido históricamente ese "difícil equilibrio entre la cohesión social y el crecimiento económico", lo que ha resultado en una sociedad "más equitativa en general a pesar de sus desequilibrios, pero menos ágil en la toma de decisiones por una excesiva burocratización y normativización".

Sin embargo, se muestra optimista al afirmar que "Sí que es posible el equilibrio entre el intervencionismo estatal y el impulso del mercado, y este pasa por que ambos actores entiendan y reconozcan la importancia de la función del otro en el desarrollo de una sociedad justa, y de una economía sana."

¿Tensión fiscal?

El modelo estadounidense ha demostrado su eficacia en la revitalización de industrias estratégicas, la promoción de la innovación y la respuesta a desafíos globales como el cambio climático. Sin embargo, presenta ciertos riesgos, según explica Andrés J. Arenas, jefe de estudios en la Universidad Alfonso X el Sabio. "Su dependencia de los subsidios puede generar tensiones fiscales, distorsiones del mercado y conflictos comerciales, lo que exige una gestión cuidadosa", señala Arenas. Para que sea exitoso, debe haber un equilibrio entre incentivos y supervisión regulatoria, asegurando que las políticas sean adaptables a las necesidades económicas cambiantes y mantengan la disciplina fiscal.

En comparación, la estructura política y fiscal de la Unión Europea limita su capacidad de respuesta económica. Arenas explica que "mientras Estados Unidos tiene una imagen consolidada de gasto y una política fiscal unificada, la UE opera como una confederación económica con una arquitectura político-intergubernamental compleja". Esto hace que países como Francia y Alemania puedan tomar decisiones de manera más ágil que el resto de los miembros, ralentizando la reacción económica del bloque.

Banderas europeas.

Banderas europeas.

Sobre la cooperación entre los Estados europeos, Arenas destaca tanto sus fortalezas como sus limitaciones. "La cooperación dentro de la UE aporta escala, estabilidad y recursos que los países individuales no podrían alcanzar solos", comenta. No obstante, la rigidez institucional, las diferencias en prioridades nacionales y las dificultades para armonizar economías diversas representan retos significativos.

Para superar estas barreras, se requiere una mayor flexibilidad e integración, asegurando que las acciones conjuntas se adapten a las realidades de cada país. Ejemplos de éxito incluyen la digitalización y la transición ecológica, pero para seguir avanzando, la UE necesita reformas institucionales más profundas y un mecanismo de inversión más coordinado.

En cuanto a los sectores beneficiados por el modelo estadounidense, el catedrático menciona la tecnología, la energía renovable y la industria militar y aeroespacial. "Silicon Valley es un claro ejemplo de cómo los incentivos fiscales pueden impulsar la innovación global, consolidando a EE.UU. como la primera potencia tecnológica", afirma. Del mismo modo, el apoyo a la industria militar y a la producción de semiconductores refuerza su liderazgo estratégico y económico.

Por su parte, Arenas considera que ha beneficiado enormemente a industrias como la tecnología, las finanzas y la farmacéutica, impulsando su competitividad global. Sin embargo, advierte que "su énfasis en soluciones de mercado y maximización de ganancias ha generado desequilibrios y desafíos socioambientales". Para mantenerse competitivo, Washington debe abordar las desigualdades, acelerar la transición ecológica y equilibrar los mercados libres con políticas industriales estratégicas.

Lecciones que Europa puede aprender de EE.UU.

Para fortalecer su transformación económica, el informe de Caixabank Research destaca que Europa podría integrar algunos elementos del modelo estadounidense sin renunciar a su identidad económica. Algunas claves son:

  1. Mayor agilidad en la distribución de fondos: El NGEU ha demostrado ser eficaz, pero su implementación ha sido lenta. Estados Unidos ha logrado una aplicación rápida de sus políticas gracias a menos restricciones burocráticas.
  2. Incentivos fiscales más ambiciosos: La UE podría reforzar su modelo con beneficios fiscales que atraigan inversión privada en sectores estratégicos, como la industria tecnológica y la transición energética.
  3. Autonomía industrial: Aunque la UE ha dado pasos hacia la independencia en sectores clave, podría aumentar la inversión en producción de semiconductores y baterías para reducir su dependencia de EE.UU. y China.
  4. Flexibilidad en la regulación: La rigidez regulatoria europea puede frenar la innovación. Adaptar normativas para facilitar la inversión podría hacer a la UE más competitiva.

Retos y oportunidades para el futuro

Europa también enfrenta nuevos desafíos debido al contexto geopolítico y la incertidumbre económica. La posibilidad de un cambio en la administración estadounidense podría traer nuevas presiones comerciales y económicas para la UE. Además, el gasto en defensa, cada vez más relevante en el bloque, podría restar recursos a la transición energética e industrial.

No obstante, la cooperación entre los estados europeos es otro aspecto con fortalezas y limitaciones. Pampillón subraya que "el acceso a un mercado único de 450 millones de personas y la coordinación en políticas comunes son ventajas indiscutibles". Sin embargo, las diferencias económicas y políticas entre los países miembros pueden dificultar la toma de decisiones, ralentizando la implementación de reformas estructurales.

Respecto a la Ley de Reducción de la Inflación y la Ley CHIPS, Pampillón señala que "mientras la primera fue diseñada para fomentar la transición energética, su aplicación ha virado hacia la explotación de combustibles fósiles con la administración de Trump". La Ley CHIPS, por su parte, busca fortalecer la fabricación de semiconductores en EE.UU., reduciendo la dependencia de Asia. Europa, sostiene el economista, podría aprender de estas estrategias para asegurar su soberanía tecnológica e industrial.

"Estas leyes han remodelado la economía de EE.UU., priorizando sectores estratégicos como la energía limpia y los semiconductores", explica Arenas. La IRA, con sus 369.000 millones de dólares en subsidios climáticos, ha impulsado las inversiones en renovables, vehículos eléctricos y baterías. Europa podría aprender de este modelo, pero enfrenta desafíos por su menor coordinación y financiación comparativa. "El enfoque estadounidense ha mostrado cómo los subsidios específicos pueden movilizar capital privado a gran escala, mientras que en Europa los programas nacionales fragmentados diluyen el impacto", señala.

Recarga vehículo eléctrico.

Recarga vehículo eléctrico.

No obstante, el modelo estadounidense también presenta riesgos. "Las reglas de contenido local de la IRA han generado tensiones comerciales, lo que podría desencadenar una carrera transatlántica de subsidios", advierte Arenas. Europa, en lugar de imitar directamente a EE.UU., debería equilibrar la autonomía estratégica con asociaciones internacionales y una regulación coordinada. Además, la estrategia de inversión en capital humano es clave: "EE.UU. ha destinado 39.000 millones de dólares a la formación de trabajadores en tecnología, un aspecto donde Europa debe reforzar su enfoque", concluye.

Si la UE adoptara un enfoque similar al estadounidense, sectores como las energías limpias, semiconductores, inteligencia artificial y biotecnología podrían beneficiarse significativamente. "El Pacto Verde ya establece una base, pero con mayor financiación y menos burocracia, se podría acelerar la transición", explica Arenas. Además, fortalecer la industria manufacturera con créditos fiscales y subvenciones podría ayudar a Europa a reducir su dependencia de importaciones.

Asimismo, Pampillón considera que, si la UE adoptara un enfoque más parecido al estadounidense, sectores como la tecnología, la manufactura avanzada y la movilidad eléctrica podrían beneficiarse enormemente. "Un mayor apoyo a la innovación y a la inversión en sectores estratégicos permitiría a Europa competir de manera más efectiva en el escenario global", concluye.

A pesar de estos retos, la UE tiene una ventaja: su capacidad de cooperación y coordinación entre países. Si logra combinar este factor con estrategias más dinámicas y enfocadas en la innovación, podría consolidarse como un referente global en transformación económica.

Por otro lado, Rabat reconoce que  "a pesar de que es la segunda economía del mundo en términos de PIB, Europa se encuentra en clara desventaja frente a los EE.UU. en términos de autonomía económica y energética". Argumenta que el tejido empresarial europeo está "más fragmentado, es mucho más conservador y está mucho más regulado que el norteamericano, el cual cuenta con potentes ecosistemas de innovación y atracción de talento."

En el ámbito energético, la situación es igualmente desafiante, ya que "Europa no tiene especiales capacidades para obtener recursos energéticos amplios dentro de su territorio, haciéndola muy dependiente de terceros países con intereses políticos muchas veces contrapuestos a los europeos, lo que eleva la sensación de riesgo estratégico y vulnerabilidad." Sin embargo, Rabat mantiene una perspectiva optimista: "La buena noticia es que... Europa tiene las suficientes capacidades como para revertir esta situación en los próximos años con un tejido industrial potente y autóctono, y una firme apuesta por las energías alternativas."

¿Quién actualiza las leyes más rápido?

En cuanto a las principales diferencias entre Estados Unidps y Europa en transformación económica, Arenas resalta la velocidad en la toma de decisiones como un factor crucial. "Mientras EE.UU. puede cambiar su modelo arancelario en días, en la UE los procesos legislativos son largos y complejos", comenta. Para cerrar la brecha con Washington, Arenas identifica cuatro áreas clave:

  1. Autonomía estratégica real: Europa debe reforzar su capacidad de respuesta frente a medidas unilaterales y mejorar su política industrial coordinada.
  2. Instrumentalización del poder económico: Los aranceles en EE.UU. son usados como herramienta geoestratégica, algo que la UE debe considerar con una estrategia más proactiva.
  3. Reequilibrio del pacto transatlántico: La UE necesita diversificar sus alianzas comerciales y fortalecer su base industrial.
  4. Normalización de regulaciones: La fragmentación legislativa en Europa ralentiza el desarrollo económico y debe ser simplificada.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

"Europa no necesita copiar el modelo estadounidense, sino construir su propio paradigma de competitividad soberana", concluye Arenas. La clave está en mantener un equilibrio entre apertura comercial, regulación inteligente e inversión estratégica, asegurando que la transición económica del continente sea sostenible y competitiva en el escenario global.

El socio chino

En cuanto a la rivalidad de EE.UU. y China, Rabat describe esta contienda como "una lucha sistémica entre dos modelos de entender la economía del siglo XXI". Subraya que "esta fuerte rivalidad... actúa como un catalizador de cambios estructurales en ambas potencias".

Desde la perspectiva de Estados Unidos, Rabat explica que "la competencia con China le ha servido como especie de alerta para no dormirse en los laureles del éxito económico". Esta alerta ha sido tan significativa que ha llevado a EE.UU. a "replantearse el modelo de desarrollo que introdujo en el planeta a raíz de la segunda guerra mundial: el libre comercio mundial y la deslocalización productiva".

Robot chino.

Robot chino.

En el caso de China, Rabat observa un "reajuste de su modelo a medida que la presión estadounidense se ha ido intensificando", evolucionando hacia "una economía cada vez más diversificada y más autosuficiente en sectores de alto valor añadido como el tecnológico, todo esto ayudado por un consumo interior cada vez más potente". 

Puntos clave

  • EE.UU. prioriza incentivos fiscales y apoyo directo para autosuficiencia e innovación industrial (CHIPS Act, IRA), mientras que Europa (NGEU) apuesta por cooperación y financiación compartida para la transición verde y digital.

  • El modelo estadounidense acelera la inversión pero puede generar desigualdad; el europeo promueve cohesión pero es más lento y menos competitivo en incentivos directos.

  • Europa podría adoptar mayor agilidad en la distribución de fondos, incentivos fiscales más ambiciosos para sectores estratégicos, fortalecer la autonomía industrial y flexibilizar la regulación para atraer inversión.

  • La compleja estructura europea dificulta la rapidez en la toma de decisiones, pero su capacidad de cooperación y mercado único son fortalezas clave para una transformación económica exitosa.

  • La agilidad de EE.UU. contrasta con los lentos procesos legislativos europeos; la UE debe simplificar y ser más proactiva sin copiar el modelo estadounidense, construyendo su propia competitividad soberana.