La guerra comercial entre Estados Unidos y China ha vuelto al primer plano de la agenda internacional. Esta vez, con cifras que no dejan indiferente: la Casa Blanca ha advertido que los productos importados desde China podrían enfrentarse a aranceles acumulados de hasta el 245%, una medida sin precedentes que eleva la tensión entre las dos mayores economías del planeta.
En una circular informativa publicada el 16 de abril, la oficina del presidente estadounidense, Donald Trump, detalló que esta posible tasa arancelaria resultaría de la combinación de distintas medidas. Entre ellas, el arancel recíproco del 125%, una penalización adicional del 20% ligada a la crisis del fentanilo, y otros aranceles aplicados a productos específicos bajo la denominada Sección 301 de la Ley de Comercio de EE.UU. de 1974, que van desde el 7,5% al 100%.
Esta normativa permite al Ejecutivo norteamericano aplicar represalias arancelarias y no arancelarias contra prácticas comerciales que considere injustas, discriminatorias o que violen acuerdos internacionales.
Una guerra en números
Este anuncio marca una escalada significativa en la política comercial estadounidense justo cuando el país se adentra en un nuevo ciclo electoral. Aunque la entrada en vigor de estas tarifas estaba prevista para el pasado 9 de abril, la Casa Blanca matizó que están “en pausa” debido a que más de 75 países han solicitado negociar nuevos acuerdos comerciales. Sin embargo, esta excepción no se aplica a China, a quien se acusa de haber tomado represalias y mantener una actitud hostil.
El Gobierno chino, por su parte, ha respondido de manera tajante. En un comunicado emitido por el Ministerio de Exteriores, Pekín asegura que "ignorará" los "juegos de números arancelarios" y acusa a EE. UU. de utilizar las tarifas como un arma de intimidación.
El ministro de Asuntos Exteriores de la República Popular China, Wang Yi, atienden a los medios tras mantener un encuentro, a 18 de febrero de 2024 en Córdoba (Andalucía, España).
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"Si Estados Unidos continúa infringiendo sustancialmente los derechos e intereses de China, lucharemos con firmeza hasta el final", sentenció el portavoz del Ministerio, subrayando que China “no quiere luchar, pero tampoco le teme al conflicto”.
El trasfondo político y económico
Esta nueva ofensiva comercial llega en un momento especialmente delicado. Donald Trump ha intensificado su retórica proteccionista como parte de su estrategia de campaña, apelando al electorado industrial del país con promesas de "frenar el desequilibrio comercial" con China.
No es la primera vez que Washington recurre a la Sección 301, una herramienta empleada durante el mandato de Trump entre 2018 y 2020 para justificar múltiples rondas de aranceles contra productos chinos, desde componentes tecnológicos hasta bienes de consumo.
El nuevo paquete, sin embargo, rompe todos los récords históricos y podría tener consecuencias devastadoras para la cadena de suministro global y el comercio bilateral entre ambas potencias.
Beijing contraataca
China ha criticado duramente lo que considera una instrumentalización irracional de los aranceles. Según fuentes del Ministerio de Comercio chino, los gravámenes actuales ya están afectando a sectores clave de su economía y algunos productos exportados ya soportan aranceles acumulados del 245%, lo que evidencia, según la visión oficial, “la falta de lógica económica” en la política comercial de EE. UU.
El Ejecutivo chino también ha subrayado que la guerra arancelaria fue iniciada por Estados Unidos, y que sus respuestas han sido "razonables y legales", centradas en proteger sus derechos legítimos y la equidad del comercio internacional.
Más allá del comercio: el impacto geopolítico
Este nuevo episodio va mucho más allá del intercambio de bienes. Supone una nueva fase de confrontación geoestratégica en la que el comercio es tan solo una de las piezas del tablero.
El recrudecimiento de la guerra comercial también se interpreta como una señal hacia terceros países. La Casa Blanca ha comunicado que más de 75 Estados han solicitado revisar sus acuerdos comerciales actuales con Estados Unidos, lo que deja entrever un intento por parte de Washington de redefinir el marco global de comercio bajo su propio criterio.
Por su parte, China sigue insistiendo en la necesidad de “abandonar la presión extrema” y volver al diálogo “basado en la igualdad, el respeto y el beneficio mutuo”. No obstante, Pekín también ha dejado claro que, si es necesario, “está preparada para prolongar el pulso económico hasta el final”.
¿Y ahora qué?
El conflicto arancelario vuelve a colocar a las empresas globales en una posición de incertidumbre. Multinacionales que dependen de la importación de componentes chinos —tecnológicas, farmacéuticas, automovilísticas— ya han empezado a reevaluar sus cadenas de suministro ante un escenario cada vez más hostil.
A su vez, las represalias chinas podrían afectar directamente a sectores agrícolas, aeronáuticos y manufactureros de EE. UU., como ya ocurrió en anteriores rondas del conflicto.
Aunque no hay aún un calendario definido para la entrada en vigor de los nuevos aranceles, todo apunta a que, salvo una rectificación inesperada, ambas potencias mantendrán sus posiciones enfrentadas. El clima de confrontación ha vuelto para quedarse, y sus efectos podrían marcar la hoja de ruta económica del próximo lustro.
Puntos clave
- Estados Unidos amenaza con imponer aranceles acumulados de hasta el 245% a productos chinos como parte de una escalada en la guerra comercial.
- La cifra combina distintas medidas: un 125% por reciprocidad, un 20% por la crisis del fentanilo y aranceles de hasta el 100% bajo la Sección 301.
- Más de 75 países han solicitado renegociar acuerdos comerciales con EE.UU., pero China queda excluida de esa pausa arancelaria.
- Pekín ha prometido “luchar hasta el final” si Washington sigue vulnerando sus derechos e intereses económicos.
- La confrontación podría impactar negativamente en la cadena global de suministros, generando nuevas tensiones comerciales internacionales.