Asfixia fiscal e inflación: radiografía del declive de las microempresas en España

La pandemia y la subida de los precios de los productos y de los costes salariales han asestado un duro golpe al tejido empresarial español, forzando a la rendición a unas 11.300 compañías

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El escaparate de un comercio de ropa anuncia 'liquidación por cierre' en una calle de Palma de Mallorca

El escaparate de un comercio de ropa anuncia 'liquidación por cierre' en una calle de Palma de Mallorca.

Durante los últimos cinco años, el tejido empresarial español ha sufrido una transformación silenciosa pero contundente. Mientras las grandes compañías aumentaban su peso y su número en el entramado económico nacional, más de 11.300 microempresas —aquellas con menos de 10 empleados— desaparecían del mapa. Un descenso que, lejos de ser una mera estadística, refleja el coste real de una recuperación económica desigual, marcada por una presión fiscal al alza, una inflación persistente y una legislación que, según denuncian distintos sectores empresariales, ha ignorado sistemáticamente las particularidades del pequeño empresario.

El dato, revelado por el Instituto Nacional de Estadística, muestra que desde 2019 el número de microempresas activas se ha reducido un 1%, pasando de 1.132.461 a 1.121.122. En ese mismo periodo, las grandes empresas —aquellas con más de 250 empleados— han crecido un 19,5%, lo que equivale a 1.821 entidades más. La brecha entre unos y otros no solo es numérica, también estructural: mientras las grandes corporaciones han podido absorber el impacto de la pandemia y adaptarse a las sucesivas crisis inflacionarias, muchas microempresas se han visto empujadas a cerrar ante la falta de margen operativo, incluso los bancos.

Daniel Peña, experto en negocio digital y fractional CMO, señala que, aunque el cierre de tantas microempresas es un fenómeno complejo, identifica tres factores principales que están siendo determinantes. En primer lugar, destaca la "gran jubilación" de profesionales liberales que no encuentran un relevo generacional. En segundo lugar, observa la progresiva desaparición del comercio local. Finalmente, menciona la conversión de falsos autónomos en empleados como otro factor relevante. Además, Peña recuerda que en los países más avanzados se observa un menor número de microempresas, por lo que esta reducción también se interpreta, en parte, como un signo de madurez económica.

Por su parte, Alberto Martín, CEO de PERGOZ Asociados, el cierre de numerosas microempresas en los últimos años se debe a una combinación de factores complejos, entre los que destacan las dificultades financieras por la restricción del crédito, los cambios en el mercado y la rápida evolución de las preferencias de los consumidores, el impacto devastador de la pandemia y las posteriores obligaciones de devolución de créditos, la alta carga fiscal y la complejidad normativa, así como la inflación y el aumento de costos de materias primas y servicios.

Asfixia fiscal y normativa incierta

La caída de estas microempresas no puede explicarse sin analizar el contexto fiscal y regulatorio en el que han operado en los últimos años. En opinión de múltiples asociaciones empresariales, entre ellas la patronal CEOE y distintas confederaciones regionales como CECAM (Castilla-La Mancha), las cargas fiscales y laborales se han incrementado de forma desproporcionada. Desde 2019, el salario mínimo interprofesional (SMI) ha subido un 46,8%, alcanzando los 1.080 euros mensuales en 14 pagas, mientras que las bases mínimas de cotización han aumentado un 50%, y las máximas, un 18,5%.

Estas medidas, aunque bienintencionadas desde una perspectiva de mejora del poder adquisitivo y sostenibilidad del sistema público, han tenido efectos adversos en negocios con baja productividad y escaso músculo financiero. “El problema no es subir el salario mínimo, el problema es hacerlo sin una estrategia que acompañe al pequeño empresario para poder sostener ese coste”, señalan desde el entorno de la pequeña empresa.

A esto se suma la incertidumbre regulatoria. La reducción de la jornada laboral a 37,5 horas semanales genera inquietud entre las pymes. Temen que, una vez más, la medida no contemple excepciones o mecanismos de adaptación para las empresas de menor tamaño, las cuales no cuentan con departamentos de recursos humanos ni margen para reorganizar turnos sin impactar su operativa.

Martín señala que el ecosistema empresarial para las pequeñas empresas ha experimentado cambios significativos desde 2020, incluyendo el apoyo a startups mediante la Ley 28/2022, la digitalización y modernización a través del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, y un mayor énfasis en la innovación y la I+D+i. Estos cambios buscan generar un entorno más favorable para el crecimiento y la innovación.

Inflación y consumo estancado

El entorno macroeconómico ha actuado como una segunda pinza. La inflación acumulada en los últimos años ha encarecido tanto los insumos como los costes energéticos, especialmente en sectores como la hostelería, el comercio o los servicios personales, altamente representados por microempresas. Según datos de CEPYME, el 60% de las pymes no logró mejorar sus ventas en 2023, pese al repunte de la actividad, debido a la caída del consumo y a la imposibilidad de trasladar íntegramente los aumentos de costes al precio final.

Este contexto ha provocado un deterioro progresivo de los márgenes de beneficio, así como una caída de la productividad. De hecho, los últimos informes revelan que la productividad de las pequeñas empresas ha encadenado cinco trimestres consecutivos de descenso. La combinación de más costes, menos ventas y mayor rigidez normativa constituye un cóctel difícil de gestionar para empresas con estructuras mínimas.

Financiación, digitalización y supervivencia

Pese al escenario adverso, la mayoría de las pymes muestran una voluntad clara de seguir apostando por el futuro. Más del 90% de ellas prevé mantener o aumentar plantilla, ventas e inversión en 2024, según el último barómetro de FAEDPYME. Sin embargo, ese optimismo choca con las dificultades de acceso a financiación. En 2023, más de la mitad de las pymes acudieron a fuentes externas para cubrir necesidades de liquidez o acometer inversiones, un aumento del 20% respecto al periodo prepandemia. La digitalización —ahora obligatoria para competir en igualdad de condiciones— ha sido uno de los principales destinos de estos fondos.

No obstante, los mecanismos alternativos de financiación —como el capital privado o los fondos europeos— siguen sin alcanzar a las microempresas en proporción significativa. La excesiva burocracia, la falta de personal especializado y las barreras tecnológicas impiden que miles de pequeños negocios puedan acceder a ayudas o líneas de crédito diseñadas, en teoría, para impulsar su competitividad.

Un modelo productivo en riesgo

La pérdida de microempresas no solo representa un drama económico individual. También tiene implicaciones estructurales: estas empresas son responsables de más del 30% del empleo en España y su desaparición supone un debilitamiento del tejido económico de proximidad. Además, muchas de ellas desempeñan un papel clave en la vertebración del territorio, especialmente en zonas rurales, donde son el único motor económico viable.

Según Daniel Peña, la sociedad actual muestra un mayor enfoque en el ocio y menos en la inversión a largo plazo. Esto beneficia a sectores como la hostelería, aunque a costa de otros. El comercio local, por su parte, prácticamente ha desaparecido. Paralelamente, una nueva generación de trabajadores, más consciente de sus derechos, con diferentes motivaciones y menor presión por el desempleo, está transformando el mercado laboral. Muchos negocios basados en sueldos bajos y alta rotación sufren esta transformación, lo que a largo plazo considera positivo.

La recuperación económica pospandemia ha sido celebrada por los indicadores macroeconómicos, pero los datos sugieren que no ha sido igual para todos. Mientras algunas grandes empresas baten récords de beneficios y capitalización, miles de pequeños empresarios han abandonado sus negocios, o sobreviven en condiciones cada vez más precarias.

La situación de las microempresas debería ser una prioridad en la agenda económica. De su supervivencia depende no solo el equilibrio del mercado laboral, sino también el carácter diverso, descentralizado y resiliente de la economía española. Ignorarlas es, en última instancia, debilitar el modelo productivo del país.

Para Daniel Peña, el principal reto que enfrentan actualmente las pymes reside en su capacidad para adaptarse a una sociedad en constante cambio, especialmente a las nuevas generaciones de trabajadores y consumidores. Estas generaciones tienen prioridades diferentes, muestran menos apego al trabajo tradicional y se interesan por nuevos valores, como la sostenibilidad. Además, Peña subraya que llegar al cliente se vuelve cada vez más difícil, ya que el mercado está saturado. En este contexto, solo aquellas pymes que saben diferenciarse y encontrar su nicho logran competir con las grandes empresas.

Asimismo, Peña aconseja a los emprendedores centrarse en el "go-to-market" desde el inicio, definiendo claramente su público, su propuesta de valor y la estrategia para llegar a los clientes. Para las pymes españolas, Peña aboga por modelos colaborativos y asociativos para superar la feroz competencia y ganar eficiencia. Finalmente, la principal lección para el tejido empresarial es la necesidad de ambición, crecimiento y colaboración, dejando atrás la nostalgia y mirando al futuro con optimismo.

Martín indica que las pymes se enfrentan a dificultades para acceder a financiación, una competencia intensa, la necesidad de digitalización e integración de la IA, la gestión de costos en un entorno económico volátil, la innovación constante, la atracción y retención de talento en un marco laboral rígido, y el cumplimiento de regulaciones y burocracia crecientes.

Para quienes estén pensando en emprender, Martín aconseja definir un plan de negocios sólido, aprovechar la digitalización, ser flexibles y adaptables, buscar apoyo y recursos, enfocarse en la innovación, gestionar las finanzas con cuidado, y construir una red de contactos.

Puntos clave:

  • En los últimos cinco años, más de 11.300 microempresas en España (menos de 10 empleados) han desaparecido, lo que refleja una recuperación económica desigual.
  • Mientras las microempresas decrecían, las grandes empresas (más de 250 empleados) experimentaron un crecimiento del 19,5%.
  • Expertos señalan la "gran jubilación" sin relevo, la desaparición del comercio local y la conversión de falsos autónomos en empleados como factores determinantes en el cierre de microempresas.
  • El aumento del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) y de las bases de cotización, junto con la incertidumbre regulatoria, han impactado negativamente a las microempresas con baja productividad y poco margen financiero.
  • La pérdida de microempresas debilita el tejido económico de proximidad y pone en riesgo la diversidad y resiliencia de la economía española.