El envejecimiento desigual de Europa: ¿una bomba demográfica a punto de estallar?

Un fenómeno que se prevé impactará con mayor fuerza a los países del Este, donde la disminución de la población autóctona no podrá ser contrarrestada por los flujos migratorios

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A principios de 2024, Europa se enfrentaba a una realidad ineludible: más del 20% de su población tiene 65 años o más.

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A principios de 2024, Europa se enfrentaba a una realidad ineludible: más del 20% de su población tiene 65 años o más. Este dato, lejos de ser anecdótico, encierra profundas implicaciones sociales y económicas. La combinación de una alta esperanza de vida y tasas de natalidad persistentemente bajas ha llevado al continente a lo que muchos expertos describen como una crisis demográfica incipiente. Y lo más preocupante: no todos los países la sufrirán por igual.

¿Qué está ocurriendo en Europa?

Según datos de Eurostat, en 2024 la Unión Europea contaba con 449,3 millones de habitantes, de los cuales más de 90 millones eran personas mayores de 65 años. Las proyecciones indican que esta cifra seguirá creciendo hasta 2026, momento en que comenzará un lento declive poblacional. Pero este descenso no será uniforme. Países del este como Rumanía, Bulgaria o Polonia y del sur como Italia y Grecia enfrentarán las reducciones más drásticas, tanto por el envejecimiento como por la emigración de sus jóvenes.

Por el contrario, países del norte y del oeste, como Suecia, Irlanda o Alemania, podrían mantener cierto crecimiento poblacional gracias a mayores flujos migratorios y políticas más eficaces de integración.

Javier Amo, director del Máster en Bolsa y Mercados Financieros del IEB y socio fundador de REEM Partners Abu Dhabi, señala que, según estimaciones del FMI, la proporción de trabajadores entre 55 y 64 años aumentará del 15% al 20% en las próximas dos décadas. Aunque en principio esto podría sugerir una caída en la productividad, los avances tecnológicos y médicos podrían equilibrar esta tendencia, permitiendo mantener niveles similares de eficiencia laboral.

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ha revelado recientemente también un marcado incremento en la proporción de personas mayores de 65 años dentro de la población en edad productiva. En 1980, este grupo representaba el 20%, cifra que ascendió al 28% en 2015. Las proyecciones para 2050 anticipan un aumento significativo, alcanzando el 53% en el conjunto de la OCDE y un preocupante 76% en el caso específico de España.

En el caso particular de España, la OCDE destaca una reducción en la tasa de desempleo, aunque esta aún duplica los niveles previos a la crisis económica. Se observan disparidades significativas entre individuos con educación superior (11%) y aquellos con niveles educativos más bajos (26%). El desempleo juvenil se sitúa en un alarmante 45%, mientras que la tasa de empleo entre los trabajadores sénior es de tan solo el 49%.

El estudio también pone de manifiesto una persistente brecha de género en las pensiones. De media, las mujeres mayores de 65 años perciben pagos anuales un 27% inferiores a los de los hombres, lo que se traduce en una mayor incidencia de la pobreza en la vejez entre la población femenina. La OCDE subraya que esta desigualdad se arrastra desde la vida laboral hasta la jubilación, anticipando serias dificultades para que las mujeres españolas con bajo nivel educativo puedan acceder a una pensión digna.

¿Qué consecuencias tiene este envejecimiento?

El cambio demográfico implica una transformación profunda de las estructuras sociales. Una de las consecuencias más preocupantes es la presión sobre los sistemas de pensiones y de salud pública. Con menos personas en edad de trabajar y más personas retiradas, los Estados deberán hacer frente a una mayor demanda de recursos con una base tributaria cada vez más reducida.

Se estima que, para 2050, la población en edad laboral disminuirá en 22 de los 27 países de la UE. Al mismo tiempo, la proporción de personas mayores de 85 años se duplicará, lo que incrementará la necesidad de atención médica especializada y de servicios de cuidado a largo plazo.

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Pero más allá de los datos macroeconómicos, el impacto del envejecimiento desigual se deja sentir con fuerza en el plano social. El especialista subraya que la jubilación no solo implica un cambio económico, sino también una transformación profunda en la identidad personal, la pérdida de vínculos sociales y profesionales, e incluso una desconexión progresiva con la realidad cotidiana. Todo ello repercute en la motivación por seguir aprendiendo y participando activamente en la sociedad.

En este escenario, las desigualdades se multiplican. Las económicas, con potencial para afectar el crecimiento del PIB y alterar profundamente los sistemas de pensiones. Las de género, donde las mujeres —con una longevidad mayor, pero partiendo de condiciones más precarias— se enfrentan a mayores riesgos de vulnerabilidad. Y también las sociales, con el riesgo añadido del “abandono tecnológico”, una barrera que podría marginar aún más a las personas mayores en una sociedad cada vez más digitalizada.

¿Por qué ocurre esta transformación?

Las causas son estructurales y difíciles de revertir a corto plazo. Por un lado, la tasa de fertilidad sigue por debajo del nivel de reemplazo, situado en 2,1 hijos por mujer. Actualmente, la media en la UE ronda 1,5 nacimientos por mujer, una cifra que, aunque se espera que aumente ligeramente hacia 2070, seguirá siendo insuficiente.

Además, la esperanza de vida sigue aumentando, lo que, si bien es un logro social, también conlleva mayores costes en atención médica y pensiones. Se prevé que, para 2070, los hombres europeos vivan 7,7 años más de media, y las mujeres, 6,4 años más.

¿Puede la migración resolver el problema?

La migración es una herramienta clave, pero no una solución definitiva. Países como España o Alemania han logrado, al menos parcialmente, mitigar los efectos del envejecimiento mediante la entrada de inmigrantes, muchos de ellos trabajadores jóvenes. Sin embargo, esta estrategia tiene límites. Depender únicamente de la migración para equilibrar las pirámides poblacionales no es viable a largo plazo, especialmente si no se acompañan de políticas de integración eficaces y sostenibles.

En el este de Europa, el panorama es aún más crítico: muchos jóvenes migran hacia el oeste del continente en busca de oportunidades, dejando a sus países de origen con una doble carga demográfica: más personas mayores y menos trabajadores cualificados. Este fenómeno ha provocado escasez de mano de obra y ha debilitado la capacidad de crecimiento económico de estas regiones.

¿Qué están haciendo los países europeos?

Las respuestas varían según la región:

  • Europa del Este necesita políticas urgentes para retener talento, atraer migrantes cualificados y aumentar la participación laboral femenina y de mayores de 55 años.
  • El Sur de Europa, con países como Italia, España o Grecia, debe enfocarse en reforzar las políticas familiares, mejorar el acceso a la vivienda y fomentar el empleo juvenil para revertir la baja natalidad.
  • El Norte y el Oeste, por su parte, pueden jugar con más margen, pero deberán adaptar sus mercados laborales a una población más diversa y envejecida.

Todos coinciden en un punto: sin reformas, el modelo de bienestar europeo no será sostenible.

Atención médica: el gran reto del futuro

El cuidado a largo plazo es uno de los sectores más impactados por el envejecimiento. A medida que aumentan las enfermedades crónicas y la dependencia, la necesidad de personal especializado se dispara. Países como Dinamarca y Alemania ya han comenzado a reclutar cuidadores de fuera de la UE, pero el reto es inmenso: no solo se trata de cubrir vacantes, sino de garantizar condiciones dignas para quienes trabajan en este sector esencial.

Este tipo de políticas, además, requieren una inversión constante y una planificación a largo plazo que muchos gobiernos aún no han asumido del todo.

La esperanza de vida supera los 80 años

Respecto a la sostenibilidad del modelo social europeo, Amo plantea que éste se construyó tras la Segunda Guerra Mundial, en un contexto demográfico y económico completamente distinto. Hoy, con tasas de natalidad por debajo del nivel de reemplazo (2,1 hijos por mujer) y una esperanza de vida que supera ampliamente los 80 años, se hace cada vez más difícil pensar en su viabilidad sin reformas profundas.

Entre los obstáculos que impiden que los programas de natalidad sean efectivos, identifica factores económicos como la precariedad laboral, el coste de la vivienda y la educación infantil. A ello se suman factores sociales —como el aplazamiento del matrimonio y la maternidad— y de género, como el empoderamiento femenino y el acceso a anticonceptivos, que han modificado profundamente las decisiones reproductivas.

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Dos personas caminan

En cuanto a las posibles soluciones, destaca un paquete de reformas estructurales que se están considerando en Europa para garantizar la viabilidad de los sistemas de pensiones. Entre ellas: aumentar la edad de jubilación, implantar modelos de retiro más flexibles, fomentar la educación financiera desde edades tempranas, unificar los múltiples regímenes de pensiones, crear productos financieros que complementen las prestaciones tradicionales (como hipotecas inversas o rentas vitalicias) y eliminar la discriminación por edad en el mercado laboral.

¿Qué nos espera?

Las proyecciones indican que la población total de la UE disminuirá, en promedio, en 0,3 personas por cada mil habitantes anualmente entre 2023 y 2050. Esta tendencia, impulsada por el crecimiento natural negativo, solo será parcialmente compensada por la migración neta.

Si no se adoptan medidas contundentes y adaptadas a las particularidades de cada región, Europa se encamina hacia una crisis demográfica con efectos en cascada sobre su economía, su cohesión social y su competitividad global.El futuro aún no está escrito, pero está claro que la adaptación al envejecimiento será uno de los mayores desafíos del siglo XXI para la Unión Europea. Ignorarlo no es una opción.

Puntos clave

  • Más del 20% de la población europea tiene 65 años o más, lo que, combinado con bajas tasas de natalidad, genera una crisis demográfica incipiente con implicaciones sociales y económicas profundas.
  • El envejecimiento poblacional y la disminución de la población no serán uniformes en Europa. Países del este y del sur enfrentarán las reducciones más drásticas, mientras que el norte y el oeste podrían mantener cierto crecimiento gracias a la migración.
  • Este cambio demográfico ejercerá una presión significativa sobre los sistemas de pensiones y de salud pública, debido a una menor población en edad de trabajar y una mayor proporción de personas mayores.
  • Las causas principales de esta transformación son una tasa de fertilidad persistentemente baja (alrededor de 1,5 hijos por mujer, por debajo del nivel de reemplazo) y una creciente esperanza de vida.
  • Si bien la migración puede mitigar parcialmente los efectos del envejecimiento, no es una solución definitiva y requiere políticas de integración eficaces.