ESG en Europa: cómo afrontar el escepticismo climático del presidente de los Estados Unidos

El discurso hostil hacia el Green New Deal y las regulaciones climáticas ha tenido un eco inmediato en los despachos de los grandes gestores de fondos, especialmente en Wall Street

Actualizado a

Exterior de la Casa Blanca

Exterior de la Casa Blanca

GTRES

Con Trump en la Casa Blanca, se coloca en entredicho la cooperación internacional en sostenibilidad y pone a Europa frente a un dilema estratégico: ¿cómo mantener y proteger su ambiciosa agenda ESG (ambiental, social y de gobernanza) en un mundo que podría girar hacia el escepticismo climático?

Donald Trump ha dejado clara su postura desde su campaña electoral: desconfía de las políticas climáticas, se opone frontalmente a los estándares ESG y considera que estos criterios suponen una carga ideológica y regulatoria para las empresas estadounidenses. De hecho, uno de sus primeros anuncios tras la victoria fue la retirada definitiva del apoyo federal a las inversiones ESG, y el inicio de un proceso para revertir regulaciones clave del Inflation Reduction Act.

Esto no es una sorpresa. Durante su primer mandato, Trump ya abandonó el Acuerdo de París y promovió una política energética basada en los combustibles fósiles. Ahora, con un Congreso dividido y un panorama internacional más tenso, su visión “anti-ESG” podría provocar un efecto dominó a nivel global. El mensaje desde Washington es claro: menos sostenibilidad y más desregulación. Este clima ha precipitado la salida de gigantes como BlackRock de alianzas como NZAMI, un movimiento que, aunque matizado por declaraciones públicas ambiguas, envía una señal potente al mercado: el ESG ya no es unánime.

La tendencia comercial, sin embargo, no es halagüeña. En España, según datos de Morningstar, los fondos ESG bajo las clasificaciones del artículo 8 y 9 de la normativa europea captaron apenas una cuarta parte del capital que atrajeron los fondos convencionales en 2024.

José Moncada, CEO de Bolsa Social, señala una incipiente tendencia en ciertas empresas y entidades financieras a "revelar una postura menos comprometida con la sostenibilidad". A su juicio, la visión de Trump se alinea con un capitalismo clásico, caracterizado por una menor regulación y un enfoque primordial en la rentabilidad económica a corto plazo.

No obstante, subraya que los criterios ESG han alcanzado una significativa penetración en los mercados financieros, consolidándose no como una moda pasajera, sino como una "evolución necesaria" del sistema. Si bien anticipa una posible ralentización por parte de algunas instituciones, se muestra optimista respecto a la dificultad de revertir la tendencia global hacia las finanzas sostenibles, impulsada por la demanda de inversores institucionales, consumidores y las nuevas generaciones.

Respecto a la política energética de Trump, marcada por la salida de los Acuerdos de París y el lema "drill, baby, drill", Moncada interpreta esta coyuntura como una "oportunidad para evidenciar las verdaderas intenciones de aquellos que practican el greenwashing".

Si bien reconoce el considerable peso de Estados Unidos en la agenda climática global, destaca el creciente liderazgo de China en la transición energética, impulsado por factores ambientales y de competitividad tecnológica, así como el firme compromiso de Europa con el Pacto Verde. En este sentido, anticipa una "reafirmación del liderazgo climático" por parte de otros actores, respaldada por la presión ciudadana y las dinámicas del mercado.

Campo verde

Campo verde. 

Europa, obligada a blindar su liderazgo verde

Ante este nuevo escenario, la Unión Europea tiene un papel crucial. Más que nunca, debe reforzar su compromiso con la sostenibilidad y consolidar su papel como referente normativo global. El riesgo es doble: por un lado, que la desregulación estadounidense presione a empresas multinacionales a relajar sus compromisos; por otro, que cunda el escepticismo dentro del propio continente.

Algunas respuestas clave para Europa podrían incluir:

  • Fortalecer los marcos regulatorios ESG con normas claras, vinculantes y homogéneas en todos los Estados miembro.
  • Asegurar el cumplimiento efectivo de la Directiva de Diligencia Debida, que obliga a las grandes empresas a evaluar y mitigar sus impactos ambientales y sociales.
  • Fomentar incentivos financieros a quienes cumplen criterios ESG, incluyendo ventajas fiscales y priorización en fondos europeos.
  • Combatir activamente la narrativa anti-ESG, explicando a la ciudadanía el impacto económico positivo de estas prácticas.

¿Puede el modelo europeo sobrevivir sin el respaldo de EE. UU.?

Una pregunta clave es si el proyecto ESG europeo puede sostenerse frente a una ola internacional de desregulación. La respuesta, aunque compleja, es afirmativa si Europa actúa con firmeza. La UE ya ha demostrado liderazgo con políticas como el Green Deal, la Taxonomía Verde y la Directiva CSRD, que exige a más de 50.000 empresas informar de manera transparente sobre sostenibilidad.

Sin embargo, la presión internacional y los riesgos de competencia desleal harán que el cumplimiento y la defensa de estas normativas sean más difíciles. En este contexto, la cooperación con otros aliados estratégicos —como Canadá, Japón, Corea del Sur o incluso regiones dentro de EE. UU. contrarias a Trump— será esencial para construir una alianza verde resiliente.

El impacto sobre las empresas europeas

El retorno de Trump podría provocar una brecha regulatoria transatlántica como ha pasado con sus aranceles. Las empresas con operaciones en ambos mercados se verán atrapadas entre normativas contradictorias. Algunas ya han expresado su preocupación por posibles represalias en EE. UU. si mantienen políticas ESG activas.

Además, existe el riesgo de que el capital inversor internacional se retraiga de los productos etiquetados como ESG, ante la creciente politización del término en Estados Unidos. Esto podría afectar tanto a los fondos europeos como a las empresas que han hecho de la sostenibilidad un eje estratégico.

En cuanto al impacto directo en las finanzas sostenibles, Moncada vislumbra una oportunidad para un "debate más profundo" sobre el sentido y el propósito de este enfoque financiero. Considera que una crítica constructiva podría catalizar una transición desde un modelo centrado en el mero cumplimiento normativo hacia uno que priorice el impacto tangible en la sociedad y el futuro del planeta. Reconoce la influencia de Estados Unidos en la escena global, pero enfatiza la consolidación de las finanzas sostenibles en otros centros financieros clave, particularmente en Europa.

¿Qué pueden hacer las empresas españolas?

En este escenario, las empresas españolas pueden adoptar varias líneas de acción para proteger su competitividad y aprovechar oportunidades emergentes:

  • Reforzar la transparencia y la medición del impacto: Las narrativas sostenibles deben estar respaldadas por indicadores claros. Invertir en medición de huella de carbono, trazabilidad de la cadena de valor o informes no financieros puede marcar la diferencia.
  • Aprovechar los fondos e incentivos europeos: España es uno de los países con mayor acceso a financiación del programa Next Generation EU. Proyectos ligados a la digitalización, la eficiencia energética o la economía circular pueden obtener apoyo público si están bien estructurados.
  • Prepararse para el ajuste de carbono en frontera (CBAM): Las empresas exportadoras deben anticiparse a los requisitos que impondrá la UE a partir de 2026, incluyendo la trazabilidad de emisiones en productos importados. Adaptarse desde ahora evitará costes y sanciones más adelante.
  • Diversificar mercados y cadenas de suministro: Ante la posible reactivación del proteccionismo estadounidense, conviene buscar oportunidades en América Latina, Asia o África, así como garantizar una cadena logística menos expuesta a tensiones geopolíticas.
  • Colaborar con socios estratégicos europeos: El impulso industrial de la UE está favoreciendo la creación de nuevos ecosistemas sectoriales en ámbitos como el hidrógeno verde, las baterías o la movilidad sostenible. Participar en estos consorcios ofrece ventajas competitivas.

¿Es esta una oportunidad para redefinir el liderazgo europeo?

Paradójicamente, la salida de EE. UU. del consenso climático global podría ser una oportunidad histórica para que Europa marque la pauta internacional. Frente al repliegue estadounidense, la UE puede liderar el desarrollo de estándares ESG globales a través de acuerdos multilaterales, alianzas comerciales verdes y organismos internacionales como la OCDE o el FMI.

También puede aprovechar este momento para acelerar su transición energética: invertir en tecnologías limpias, cerrar filas en torno a sectores estratégicos como el hidrógeno verde y digitalizar la economía con criterios de sostenibilidad desde su diseño. Pese a todo, hay quienes creen que esta tormenta es pasajera. La inversión sostenible no es una moda ni una ideología: es una necesidad económica frente a riesgos reales y crecientes.

Aunque las siglas ESG pueden estar perdiendo visibilidad y poder simbólico en algunos mercados, los riesgos que buscan abordar siguen presentes y en aumento. Incendios forestales, sequías prolongadas, tormentas extremas o crisis energéticas no entienden de ideologías ni de ciclos electorales. A pesar del retroceso normativo en ciertas regiones y del debate ideológico en torno a la inversión sostenible, la realidad climática impone su propia narrativa.

En este sentido, Moncada pronostica un escenario de "más ruido mediático que resultados sustanciales". Argumenta que, si bien el discurso populista tiene un peso simbólico y político, las decisiones en los mercados se basan en datos, los cuales demuestran la solidez y sostenibilidad a largo plazo de las inversiones con criterios ESG. En este contexto, anticipa que las principales gestoras de activos y fondos de inversión mantendrán su apuesta por estas estrategias, concluyendo que el "capital inteligente" seguirá fluyendo hacia un futuro intrínsecamente sostenible.

¿Puede Europa atraer inversiones que se fueron a EE. UU.?

No se descarta. Si Trump reduce el alcance de la IRA o si el entorno regulatorio estadounidense se vuelve menos favorable para las renovables, algunas inversiones podrían reevaluar su ubicación. Europa, si logra presentarse como un destino estable, competitivo y alineado con la transición verde, podría recuperar parte de esos flujos de capital. A esto se suma el hecho de que los mecanismos proteccionistas en EE. UU. también generan incomodidad entre empresas globales que buscan acceso libre a varios mercados.

Puntos clave:

  • La postura anti-ESG de Trump genera incertidumbre y podría provocar un retroceso global en las políticas de sostenibilidad.
  • Ante la posible desregulación en EE. UU., la UE tiene un papel crucial en consolidar su posición como referente normativo global y asegurar el cumplimiento de sus propias regulaciones.
  • Las empresas con operaciones en ambos mercados enfrentan regulaciones contradictorias y el riesgo de una disminución en la inversión en productos ESG.
  • Europa puede atraer inversiones que huyan de EE. UU. si se posiciona como un destino estable y competitivo en la transición verde, y puede liderar la definición de estándares ESG globales.
  • A pesar del ruido político y las posibles ralentizaciones, la presión de los inversores, consumidores y la realidad climática impulsan la consolidación de las finanzas sostenibles.