La eurozona da señales de estar dejando atrás la parálisis que caracterizó el último tramo de 2024. En un contexto marcado por la amenaza de aranceles por parte de Estados Unidos, la volatilidad en las cadenas de suministro globales y la presión inflacionaria, los datos del primer trimestre de 2025 apuntan a una recuperación lenta pero sostenida.
El crecimiento del PIB del 0,3% en los primeros tres meses del año —superando el 0,2% del trimestre anterior— no es, en apariencia, una cifra espectacular. Pero sí lo es en términos simbólicos: representa un punto de inflexión en el discurso macroeconómico europeo, que durante los últimos doce meses estuvo dominado por el temor a la recesión técnica en potencias clave como Alemania y Francia.
Alemania y Francia: contención sin euforia
El caso alemán ilustra una recuperación quirúrgica. Tras dos trimestres consecutivos de contracción, la primera economía europea logró un crecimiento del 0,2 %, suficiente para evitar la entrada en recesión técnica. Francia, por su parte, apenas creció un 0,1%, aunque también revirtió su leve retroceso del último trimestre de 2024. Estos datos reflejan una estabilización más que una expansión, pero son interpretados en Bruselas como una victoria táctica en medio de condiciones macroeconómicas desfavorables.
En Italia, la situación fue algo más dinámica, con un avance del 0,3%, en línea con la media de la eurozona. Pero fue Irlanda la que acaparó los focos, con un impresionante crecimiento del 3,2% trimestral, lo que evidencia el dinamismo de ciertas economías más pequeñas y abiertas. Chipre (+1,3%), Polonia (+0,7%) y España (+0,6%) también mostraron una resiliencia destacable.
Contrastes en el bloque
En el otro extremo, Eslovenia (-0,8%), Portugal (-0,5%) y Hungría (-0,2%) sufrieron contracciones, subrayando las desigualdades estructurales dentro del bloque y la dificultad de establecer políticas comunes cuando los impactos económicos son tan dispares.
Más allá de las cifras trimestrales, el crecimiento interanual del 1,2% en la eurozona (y del 1,4% en la UE) alimenta un relato de recuperación progresiva. Esta tendencia cobra especial relevancia en un año marcado por la inestabilidad global y la redefinición de las reglas del comercio internacional.
El rebote industrial como termómetro de recuperación
La producción industrial se aceleró con fuerza en marzo de 2025, creciendo un 2,6% en la eurozona y un 1,9% en el conjunto de la UE. El salto es significativo si se lo compara con el 1,1% de febrero y marca una inflexión después de meses de estancamiento y retrocesos. En términos interanuales, el incremento fue del 3,6% y 2,7%, respectivamente.
Este repunte se explica en gran parte por el comportamiento positivo de los bienes de capital y de consumo duradero, que crecieron un 1% y un 1,1% interanual en la eurozona. La caída del 0,2% en los bienes intermedios, sin embargo, alerta sobre posibles cuellos de botella en etapas clave de la cadena productiva.
España, que había encadenado dos meses de caídas, logró revertir la tendencia con un crecimiento del 1,3 % interanual en marzo, consolidando su posición como una de las economías más activas dentro del bloque.
Desigualdades persistentes
Las disparidades entre países son notables. Irlanda vuelve a destacar, esta vez con un crecimiento industrial del 50,2% interanual, impulsado por su potente sector farmacéutico y tecnológico. Malta (+10,1%) y Lituania (+7,8%) también registraron cifras destacables.
En contraste, Bulgaria (-8,3%), Rumanía (-7,8%) y Dinamarca (-5,7%) experimentaron fuertes retrocesos. Estas divergencias plantean desafíos para la cohesión económica del bloque y obligan a repensar los instrumentos de solidaridad y estabilización fiscal.
Mercado laboral: estabilidad en la recuperación
El empleo también mostró señales positivas. En el primer trimestre, el número de personas empleadas aumentó un 0,3% en la eurozona y un 0,2% en la UE, consolidando una tendencia de lenta pero constante mejora. En comparación interanual, el empleo creció un 0,8% en la zona euro y un 0,6% en los Veintisiete.
Este crecimiento moderado del empleo complementa el repunte del PIB y la producción industrial, apuntando hacia una recuperación estructural más que coyuntural. Aun así, persisten dudas sobre la calidad del empleo generado y su capacidad para absorber la fuerza laboral joven en países con alto desempleo estructural, como Grecia o Italia.
¿Brotes verdes o espejismo?
Aunque las cifras son alentadoras, los expertos piden cautela. El crecimiento del 0,3% en el PIB y del 2,6% en la producción industrial no son suficientes para compensar el terreno perdido en años recientes. La inflación, aunque más controlada que en 2022 y 2023, sigue presionando el poder adquisitivo y limita el margen de maniobra de los bancos centrales.
Además, el riesgo de tensiones geopolíticas sigue latente. La guerra en Ucrania, los conflictos en Medio Oriente y la escalada comercial con Estados Unidos configuran un panorama de volatilidad que podría frenar la recuperación.
El futuro de la eurozona: reconstrucción y transformación
El primer trimestre de 2025 abre una ventana de oportunidad para la eurozona. La estabilización de las principales economías, el repunte industrial y la mejora del empleo trazan una senda de recuperación, aunque aún frágil. Para consolidarla, Bruselas deberá avanzar en reformas estructurales, mejorar la coordinación fiscal y apostar por la innovación como motor de crecimiento.
Más allá de los datos, lo que está en juego es el papel de Europa en el nuevo orden económico global. La reconstrucción pospandemia ya no es suficiente: se impone una transformación estratégica. Y en ese tablero, cada trimestre cuenta.
Puntos clave
- La economía de la eurozona creció un 0,3 % en el primer trimestre de 2025, dejando atrás la amenaza de recesión en Alemania y Francia.
- La producción industrial repuntó un 2,6 % en marzo, su mayor avance mensual en más de un año, impulsada por bienes de consumo duradero y capital.
- El empleo en la eurozona aumentó un 0,3 % en el trimestre, consolidando la recuperación del mercado laboral.
- España, Irlanda, Chipre y Polonia lideran el crecimiento, mientras que Eslovenia, Portugal y Hungría muestran retrocesos, evidenciando brechas estructurales dentro del bloque.
- Bruselas ve en estos datos una oportunidad para impulsar reformas estructurales y avanzar en la autonomía estratégica europea.